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bay

Las moscas son idiotas

Hoy sin duda la he tenido con las moscas... ¿Vosotros sabéis cuales son esos veinte minutos tan placenteros que existen desde que un buen día te despiertas de sopetón, y al mirar el despertador compruebas que aún le queda bastante por sonar? Pues esos veinte minutos... hoy han sido un infierno.

Una mosca, un estúpido artrópodo anormal, ruín y molesto insecto, despreciado díptero tocacojones. ¡No hay palabras para definir el mosqueo que he pillado con tan cabreoso bicho alado!. Me resulta irónico con lo grande que es mi habitación, que tenga que ir a aterrizar en la única oreja que dejo al aire libre, ya que la otra está sembrada en la almohada. Si aún tuviera unas Pioneer a cada lado de la cabeza... ¡Pero mis orejas son muy pequeñas! Tras esconderle mi oreja con la manta para ver si desistía, ha continuado con el párpado... todo estaba claro ahora... su único objetivo, era MOSQUEARME.

Después de emular al gran maestro Miyagui en Kárate Kid, pues he probado a manotazos, a raquetazos e incluso con palillos chinos, he perdido los nervios, mis deseos de descanso se desvanecían mientras la mosca se burlaba de mí con una sarcástica risa que casi podía oír cuando pasaba por detrás de mi cabeza, además de las indicaciones de la torre de control, que le peticionaban que volviera a aterrizarme en la oreja. Es entonces cuando he recordado que existían los insecticidas. Pero también he recordado que si tiro insecticida luego me pica la nariz, con lo que he tenido que recurrir a la búsqueda del karma interior, y me he pasado el mismo tiempo para acabar con ella que el que me quedaba para dormir, pero conseguí mi victoria personal.

Bueno, tras la árdua batalla he seguido con mis quehaceres diarios; lavarme los dientes, vestirme, e ir a trabajar... y justo cuando dejo el portátil encima de mi mesa de la oficina... ¡Una mosca! Pero esta vez he sido mucho más rápido y la he interceptado mediante un certero golpe, ya con el sistema propioceptivo despierto, propio del que hace rato que está espabilado. Al ir a ver a mi víctima he reparado que no había fallecido, sino que apenas tenía unos hematomas y un ala doblada. Su sufrimiento y mi piedad hicieron el resto... decidiría pues, dejarla vivir.

Diez minutos más tarde, después de atender una llamada telefónica, me vuelvo a sentar en mi mesa y encima de los papeles sobre los que estaba trabajando, ¡¡Otra vez la mosca!! ¡¡Ésto ya parece Resident Evil!! Con el ala maltrecha y casi arrastrándose ahí estaba... desafiándome con la mirada de sus grandes sistemas oculares. Supuse entonces que mi primera víctima mortal matutina debía ser algún familiar suyo, o no entendía por qué le había jodido tanto su muerte.

Quiero destacar que empezó ella, que yo actué en defensa personal, no quedándome más remedio que cesar su agonía a base de un pisotón. Bueno, si lo miráis bien... ¿qué son setenta y tres kilos para una mosca? Jijiji...

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